Hoy me
han sonreído. Ha sido una sonrisa cómplice, comprensiva y sobre todo,
desconocida. Ese entrever de dientes podía haberse perdido en la vorágine de
datos y hechos sin importancia que me vienen golpeando desde que sonó el
despertador a las seis de la mañana, pero no lo ha hecho y aquí estoy, manos al
teclado.
Cada día respiro hondo y me lanzo al mundo
sintiéndome un concursante de Battle Royale armado únicamente con palabras que
siempre se pierden en el trayecto cerebro-boca. Creo que justo antes de hablar
cojo aire tan fuertemente que la mala hostia que impregna el aire empuja toda
mi elocuencia, manteniéndola suspendida, aferrada a la úvula. Entonces me
cuestiono todo, de contenido a prosodia, y en tal confusión degluto –en lugar
de inspirar- y me privo del «toma ya» de turno. Huelga decir que se me
indigesta tanto vinagre y se me queda cara de náusea. Sé reaccionar. Conozco la
teoría. Me faltan reflejos. Me sobran los «tenía que haber dicho». A veces los
apilo en la memoria y terminan cayendo por falta de cuidado. El problema es que
se desparraman por el suelo y cuando quiero hacer limpieza terminan
desparejados, transformados en realidad y anécdota. Así me convierto en un tío
con respuesta para todo. A saber cuántas veces me han preguntado «y entonces
qué dijiste», y como he tenido que esquivar cajas ciscadas sin ton ni son en
mis recuerdos, me he quedado mirando polen volante, pensando que, si no me creo
yo, mi interlocutor o interlocutora no me creerá ni de coña. Claro que, ¿quién
me dice a mí que mi acompañante ha contado alguna verdad segura en lo que va de
conversación? De «qué tal» en adelante, todo puede ser mentira. Peor todavía,
si hablo con una amiga o amigo, ninguno de los dos va a contar falsedades a
propósito –espero-. Es más, si la boca disfraza a la mente y la mente no
distingue entre realidad y ficción, sólo puedo fiarme de los hechos –siempre y
cuando sea testigo-.
Todo esto lo pongo en papel ahora, pero
siempre he procurado escuchar sin creer cada crítica sobre terceras personas.
Creo. Vete tú a saber. El caso es que los hechos reseñables de hoy se han
limitado al robo de bolígrafo y portaminas del cual he sido víctima –quizá por
error, no puedo juzgar porque ha sucedido durante una breve ausencia- y una
sonrisa agradable.
Caminaba bocadillo en mano en busca de un
banco que ofreciese buenas vistas en mitad del campus. Como solía encantarme
ver series de televisión americanas, mis conceptos sobre costumbres locales
tienden a utilizar plantillas basadas en coincidencias entre, por ejemplo:
Seinfeld, Friends o Vivir con Mr. Cooper. En mi lista antropológica-social de
«DOs» y «DON’Ts» figura, y es de las primeras, el asunto de comer solo. Vivimos
en un mundo simplificado, producto de un totalitarismo mediático que trata a
los seres humanos como perretes. Las revistas eligen ejemplos estéticos por y a
pesar de mí, para calificar sus actividades anodinas como pasables o, por el
contrario: «ARGH». ¿Qué significa eso? ¿Volvemos a los gruñidos? Volvamos, por
si el problema radica en que quienes califican son también un poco animales.
Vuestra actitud es reprobable, o mejor dicho: «GRRRR», que lo sepáis.
Vuelvo a mi bocadillo. Pensaba, «¿seré el
único que come solo?». No lo era –o soy-, ya que en un banco, una chica se
comía una ensalada de pasta sin apartar los ojos de la comida, como evitando
miradas. Supongo que si la mirada de otra persona no te lo recuerda, la soledad
que se experimenta en una multitud no es tan pesada. Te preguntas «¿qué
haces?», y como ves un tenedor y un tupper, contestas: «comer, claro». Sin
embargo, al quitar el zoom se amplía el contexto, y por ende, la respuesta.
«¿Qué haces?» «Comer sola/o»
Encontré un buen banco, con vistas a
rascacielos como barrotes. El mundo siempre está más allá del exceso de las
metrópolis. La boca miente. Los ojos… no tanto. El bocata me duró dos suspiros.
Recogí los desperdicios y me di la vuelta. Allí estaba mi compañera de
soledades, mirándome. Le devolví la mirada y no se ocultó como lo había hecho
en el banco. Sonrió. Le sonreí. Pensó que ya no había comido sola, supongo. O
se estaba ajustando la chancla, vete tú a saber. Vuelvo a pecar de lo mismo,
pensar que entiendo a los demás. Sea como fuere, hoy no he comido solo. Creo recordar.
We!! bien que sigues vivo ^^ me preguntaba que tal te estaba llendo. A ver si me escrbes un mail con q tal va llendo que no sé como ponerme en contacto contigo. Unha aperta brother, no somos los unicos que comemos solos (si es que lo mio se puede considerar comer ¬¬). Bueno, que a ver si encontramos como mantenernos al dia que alguna noticia hay.
ResponderEliminar¡¡¡¡Tío!!!! Ahí atrás abrí una cuenta de Myspace para ver si me podía poner en contacto contigo, pero creo que hace tiempo que no lo usas. Tengo una cuenta en YouTube con canciones y demás, por si t'interesa pasarte ( http://www.youtube.com/user/newstereotype ). Te llamo un día de estos y charlamos. ¡Un bico, amigo!
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