En mi cabeza dramatizo mucho. Imagino el futuro, por
inmediato que sea, con una pátina de grises épicos y vapor de alcantarillado
que lo inunda todo. Hoy Lucas me ha ofrecido una de esas oportunidades que en
caso de realizarse no puedo dejar pasar. “Dame tu currículum y te consigo trabajo
en Beijing (o séase: Pekín)”. Mientras tanto, en Pyongyang (Corea del Norte,
duh) han colocado un misil en la lanzadera y en el fondo no creo que llegue a
mayores, pero como he dicho en mi cabeza dramatizo mucho. Me veo dejando la
ciudad en una escena delimitada por bandas negras de pantalla ancha (lo que
viene siendo los 16:9 de toda la vida) con ruido de bombas retumbando al fondo.
Como si yo hubiese destrozado la ciudad y no al revés.
Puede que salga algo antes. Puede que agarre la mochila y me
baje a México. El trabajo mandará y no se le puede poner precio a aprender
chino, pero no dejo de soñar con Latinoamérica.
España, México, Reino Unido, Alemania, Argentina, Brasil, China...
Decisiones, decisiones, decisiones.
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