A día de hoy
cuando pienso en las cosas malas que me suceden, me avergüenzo por sentirlas al
saber que en comparación con la cantidad de sufrimiento que hay repartido por
el mundo, mis penas son de tercera regional. Un amigo me dijo una vez que esa
no es una manera sana de pensar, y que cada persona siente lo malo de formas
distintas y totalmente válidas. Comprendo que si reducimos al ser humano a la
biología y a la química –y por tanto a la física también, pero ese es otro
tema-, los niveles y balances de cada uno y cada una determinan la reacción a
los estímulos y esto nos hace únicos y únicas. Por ese mismo motivo no puedo
dejar de sentirme un idiota por sentirme mal. Acto seguido me pregunto qué he
hecho yo para merecer ser feliz y como no encuentro respuesta, me dejo llevar.
No me gusta, pero tampoco me gusto. Para mí que las cosas tengan sentido es
más que suficiente.
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